domingo, 5 de agosto de 2018

Simultánea vivencia existencial entre Mazatlán y Guadalajara


EL TAPATIO-SINALOENSE


Por David Aréchiga Landeros*

       Nací en Mazatlán, Sinaloa, en 1939 y comencé a trabajar en el Ferrocarril del Pacífico en 1954 empresa que tenía sus oficinas generales en Guadalajara. 
En 1960 decidí trasladarme a la capital tapatía para buscar otros aires más altos y templados.
Catedral de Guadalajara

          Conocí la gran Catedral de Guadalajara, el majestuoso Teatro Degollado, probé la birria del barrio de "Las Nueve Esquinas", las tortas ahogadas de "La Alemana", el menudo de "El Tizoc", las nieves de "El Polo Norte", escuché el mariachi en vivo y a todo color en "El Parián" donde también probé el buen tequila, acompañé a la Virgen de Zapopan el 12 de Octubre y me enamoré de Guadalajara y Jalisco.


       Me adapté pronto al nuevo ambiente y a mi trabajo ferrocarrilero en Guadalajara, recorriendo el Estado los fines de semana, y en Chapala encontré a través de su hermoso lago, en aquel entonces lleno a toda su capacidad, el punto de referencia más importante ligado a mi querido y añorado mar mazatleco.
Lago de Chapala


       Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas, pues cuando ponía mi viejo disco de acetato y escuchaba el Corrido Sinaloense, con la tambora de mi tierra, se me venía la nostalgia encima cuando oía: "Desde Navolato vengo, dicen que nací en El Roble, me dicen que soy arriero porque le chiflo y se para, nomás aviento el sombrero ya verán como repara, y Ay, Ay, Ay, mamá por Dios...".


       Ese sentimiento por la tierra lo resolvía aprovechando para viajar a Mazatlán en mis vacaciones de trabajo, visitando ya en plan de turista nuestra hermosa Catedral, el faro, paseo del Centenario, el Teatro Ángela Peralta, Plazuela Machado, su gran mercado realizado por el Ing. Gustavo Eiffel, creador de la gran Torre de Paris, y la modesta y querida Colonia Klein ferrocarrilera donde nací. Terminaba el ritual bañándome, a en la Playa Norte para absorber el espíritu y esencia del Océano Pacífico que fue mi cuna en el estero cercano en que viví mi infancia y adolescencia.
Barrio de San Juan de Dios en Guadalajara, 1962


       En 1962 regresé a Mazatlán para casarme con Ana, mi única novia de la adolescencia, radicando en Guadalajara para vivir la experiencia juntos en esta gran capital tapatía, donde durante los años sesenta nacieron nuestros hijos Célida, Maria Luisa, Anita y David, todos tapatíos.
Catedral de Mazatlán


       Entre 1966-1971 cursé la carrera de Derecho, continuando la Maestría y Doctorado en la querida Universidad de Guadalajara, donde fui maestro durante treinta años, actualmente jubilado, retirándome también de mis actividades en el Gobierno Federal y del Estado, de tal manera que mi única y preferida actividad a  la que ahora me dedico, es a escribir en mi querido Periódico "EL OCCIDENTAL", diario que ha difundido mis cuentos, poesía, prosa y delirios políticos, que mucho le agradezco.
 Complemento mi labor periodística dedicándome ahora a disfrutar de la familia, mis amigos, y además a las labores propias del hogar como ayudante aprendiz de mi señora esposa, donde espero titularme algún día.


       Todo lo anterior no hubiera sido posible sin seguir escuchando mi viejo disco de acetato que siempre me ha recordado el Corrido El Sinaloense: "Me dicen enamorado, pero de eso nada tengo, nomás me dicen el negro, el negro pero con suerte, porque si me sale un gallo no me le rajo a la muerte, y Ay, Ay, Ay, mamá por Dios..."; recuerdos que provocan mi escapada sistemática a mi puerto para hacer el recorrido romántico acostumbrado que terminaba en el baño ritual en la Playa Norte para nutrirme de la mar y la sal para fortalecer mi sangre mazatleca.
Edificio de la antigua Rectoría de la  UdeG. Hoy es el Museo de las Artes


       Y aquí sigo en nuestra Guadalajara querida, listo y preparado para cumplir mis primeros ochenta años de vida, creciendo y envejeciendo junto a mi gran ciudad y enamorado de ella como el primer día, acompañado de mi gran mujer, cuatro hijos, cinco nietos, una bisnieta y mis dos hermanas, que representan la plena y gran realización de mi vida.
Guadalajara en 2018


       Vuelvo a tocar mi viejo disco de acetato y escucho: "Soy del mero Sinaloa donde se rompen las olas y busco una que ande sola y que no tenga marido, para no estar comprometido cuando resulte la bola, y Ay, Ay, Ay, mamá por Dios...".

       Resumo:

       Ha pasado más de medio siglo y estoy aquí, en zona montañosa, clima templado, pero mi alma mazatleca quedó en ti, habitando la cúpula del faro.
Carnaval de Mazatlán

       Si acaso mi destino permitiera, formular un deseo, el más cabal, antes de que mi alma se extinguiera, sería el de morir en carnaval.

       Contemplar a tu reina, prototipo de la belleza de mi tierra, admirar su gracia, doncellez y su hermosura, decirle que su voz es de sirena, que su pueblo la ama y la venera, por su gran excelencia y su dulzura.
El Sol se hunde en el océano


       Escuchar a la banda "El Sinaloense", "Los Papaquis", "India Bonita", "Niño Perdido" y "Mazatlán", y cubierto de serpentina y de confeti, hundirme con el sol en alta mar.



dalan16@hotmail.com  *Doctor en Ciencias.
Universidad de Guadalajara.



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Guadalajara, Jalisco, domingo
5 de agosto de 2018.

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