miércoles, 9 de mayo de 2018

Evocaciones de Mazatlán y de Guadalajara cuando ésta era, la Ciudad de las Rosas


RECORDANDO
A MAMÁ
Por David Aréchiga Landeros*
  La recuerdo como a la mamá joven y bella de los años cuarenta, con blusón suelto, pantalón ancho y zapato blanco de charol, peinado elegante de salón, alta y delgada, imagen que guardo en mi mente perpetuada en una excelente fotografía que conservo con cariño, junto a los recuerdos de la niñez inolvidable.

Alegoría de la Caridad de Jacques Blanchard, que se aplica a la familia.
  Mi madre concibió cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, en ese orden, habiendo fallecido mi hermano menor Oscar a los pocos meses de nacido. Sobrevivimos hasta ahora, el que esto escribe y mis hermanas Bella y Alicia.
  Mi madre, ya en edad madura conservó su cuerpo esbelto y bello rostro, muy activa en sus labores del hogar, dedicada a sus hijos y esposo, trabajadora incansable en su casa.
Playas de Mazatlán, Sinaloa
  Viviendo en una finca con patio muy amplio, cercana a los manglares de un estero en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, se daba tiempo para criar gallinas ponedoras con hermosos gallos, construyendo un corral con cerdos para aportar a los gastos domésticos. El gran portal estaba adornado con verde follaje de plantas exuberantes y flores propias de la costa, y en el patio frontal lucía una palmera con dátiles y un enorme árbol de guamúchil.
  Mi padre, de oficio ferrocarrilero viajaba constantemente en los trenes, por lo que permanecía poco tiempo en la casa familiar, pero siempre al pendiente de nosotros. Fue un hombre de carácter muy familiar, trabajador cumplido, responsable y excelente sentido del humor.
  Habiendo heredado de mi padre el oficio ferrocarrilero, salí de casa a los quince años de edad, viajando con motivo de mi trabajo por varios lugares de Sinaloa y Nayarit, llegando a trabajar en Guadalajara en 1960, donde decidí quedarme, formando mi propia familia y estudiando una carrera.
Catedral de Gudalajara, vista posterior desde la Plaza de la Liberación
  Mi madre Célida, acompañada de mi padre Luis nos visitaba con frecuencia y así fue como mis padres y hermanas decidieron venirse a la Ciudad de las Rosas, reuniéndonos todos en este bello lugar.
  Después del fallecimiento de mi padre en 1966, mi madre, ya en la tercera edad, no tuvo lugar fijo para vivir, pues se convirtió en una golondrina viajera que emigraba constantemente de Guadalajara a Mazatlán, Culiacán, La Paz, Baja California y hasta San Francisco, California, visitando a hijas y nietos que se fueron sembrando por el camino que ella recorría según su estado de ánimo.
 
Ferrocarril en trayecto a Mazatlán, Sinaloa
  Ya cercana a los noventa años de edad mi mamá se estacionó en Guadalajara, emprendiendo su último vuelo en el año 2008, siempre consciente de lo que hacía, con ese carácter fuerte que la distinguió y que le fue muy útil para educarnos en la disciplina, puntualidad, responsabilidad, honradez y trabajo que ella practicó con el ejemplo, siempre en compañía de mi padre.
  Estos son los recuerdos que guardo de mamá que era una mujer de grito fuerte y cuando escuché el llamado en sus entrañas, llamado que fue correspondido, y así fui concebido. El grito continuó, y fue para mí, faro, luz y estrella, sendero que inquieto recorrí, y así, nací. El grito persistió, con tono orientador, con ritmo educador y así crecí. El grito sigue ahí, fortificado, con camino a seguir, muy bien trazado, y ha sido para mí una gran suerte, venir de una mujer, de grito fuerte.


  Resumo:

"...Regresa a mí, golondrina viajera, 
que te estoy esperando, con los brazos abiertos que 
están casi muertos sin ti".

 

dalan16@hotmail.com  *Doctor en Ciencias.
Universidad de Guadalajara.

 
  
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miércoles 9 de mayo de 2018.

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