martes, 22 de agosto de 2017


EL ESPEJO Y LOS DÍAS




Por David Aréchiga Landeros*

  Cada amanecer me levanto y camino hacia el espejo, para ver en mi rostro un día más, y lo noto en mis ojos repletos de tantos recuerdos frescos, de tantos días que han visto mi vida pasar, contento.

  Mis ojos cansados, cargados de vida, cargados de imágenes, de cosas muy vistas, a lo largo del tiempo ya ido, de recuerdos que ahí permanecen y que yo olvidar no he podido.


  Y ahí, parado esta mañana ante el espejo, veo mis ojos, y puedo

observar aquellos días de niño, junto a mis padres queridos, cuando los podía abrazar antes de caminar, respirando el aire del estero, purificado por el verde manglar.

  Veo en mis ojos los días adolescentes, que mi cuerpo hicieron

vibrar, y la fuerza joven que el vigor despierta, para poder la vida

enfrentar.

    Ahí están en mis ojos los días de aquel joven, inquieto y alerta con cuerpo de atleta, que gozó la vida en aquellas playas mazatlecas, en el puerto querido, la caza y la pesca.

Playas de Mazatlán, Sinaloa

Están ahí los días más maduros: la esposa, los hijos, el trabajo

duro, el estudio firme que esclarece el alma, ahí veo los días que

llegan y pasan y el ojo retrata.

  Observo también en mis ojos cafés, los días en que llegan los hijos y luego los nietos queridos, con hondo placer, y una bisnieta que empieza a crecer.


  Estos ojos míos, ahora me hacen ver, los días más tranquilos en

quieta vejez, que ahora comparto con bella familia, con viejos amigos con los que disfruto los felices días que vivimos juntos en el tiempo aquel y que compartimos con grato placer; abogados, periodistas, el maestro fiel, y muy poca gente del riel, del ferrocarril aquel que aun sobrevive, pues muchos se han despedido con un pitido de tren, y allá me están esperando en la "Estación del Edén", el nombre de un cantina, allá cerca del taller, con las chelas y mariscos que gozamos con placer.

Las chelas 


  He estado sacando cuentas de lo que ha sido mi vida, de los días que han transcurrido desde mi nacimiento hasta este día, y encuentro que he cumplido veintiocho mil cuatrocientos noventa días, mucho tiempo de experiencias bien vividas, con los recuerdos de niño, adolescente en la costa tan querida, entre el mar, bellos manglares y las esbeltas palmeras por el viento sacudidas, juventud de carnavales, la bullanguera alegría, de ese pueblo que grita y la banda de El Recodo, que a los muertos resucita.


  Después, los felices días en la gran Guadalajara, mi segunda patria chica, grandota tierra bellísima, con un magnífico clima, donde nacieron mis hijos, los nietos y mi bisnieta tan querida; me siguieron mis hermanas y aquí reposan mis padres, origen de la familia.



  Todos estos días están en mis ojos y cada mañana yo los puedo ver, siempre hay nuevas cosas de gran interés; esa bella imagen, Lago de Chapala que el fin de semana feliz contemplé, con sus garzas blancas y sus olas suaves, el frescor del viento tocando mi cara y al fondo luciendo sus verdes montañas, bello atardecer, que me alegra el alma me quita el stress.


  Y aquí estoy cada día viendo en el espejo mis ojos que muestran cual fotografía, lo que pasó en el ayer de esta inolvidable vida mía, y esa es la forma de conservar el recuerdo, pues la memoria falla y la vejez olvida, pues son tantos recuerdos y tan vasta es la vida; pero estos ojos míos, a diario recuerdan ésta, mi fiel imagen vivida, y ellos son el archivo secreto de todo lo que he vivido, recuerdos, que al final del día, nos mantienen siempre vivos.



Estos ojos míos, son el fiel reflejo de todos
los recuerdos de mi vida, el espejo de mi alma,
que recuerda, que no olvida, y aquí estoy
sin cumplir años, pues yo cumplo solo días...












*Doctor en Ciencias. Universidad de Guadalajara.





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Periodismo y Sabiduría


Director

Mtro. Jesús Pérez Loza 


 Guadalajara, Jalisco, martes 22 de agosto de 2017.

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